Dating : EL SISMO

Cuando se encuentran dos vidas, siempre dos mundos colapsan, dos astros se vuelcan el uno al otro y los destinos se entrelazan sutilmente como dedos tímidos que se buscan con desesperación. De este choque, nace un caos sin sentido aparente, que empieza a tener un orden solo con el pasar del tiempo, como el que por fin aprende a leer un algoritmo incomprensible del cual todo lo que proviene es coherente y perceptible, incluso hasta visible, pero que pocas veces es transmisible. Por eso nunca le ha resultado fácil a los amantes explicar el núcleo del amor que los impulsa, que unas veces los suelta dejándolos volar, y en otras, los ancla en los placeres terrenales de follar.

Irónicamente el amor, fuente de todas artes, y musa de todo artista, resulta ser, de hecho, algo inefable, indescriptible y para algunos desgraciados, incluso indescifrable. Pero con el tiempo, el magma de las pasiones, también se endurece, y el rugir de los volcanes cesa, convirtiéndose en bostezos matutinos, silencios cada vez más frecuentes y prolongados, y en charlas que son cada vez más libreteadas. El tiempo, que en principio se mostraba como aliado, ahora es un inclemente verdugo, que extingue en silencio, toda la creación.

Ella se queda mirándolo sin que él se dé cuenta, mientras él se distrae en las labores del día a día, ella se pregunta en qué pensará, que le llenará la cabeza, asumiendo que su existencia no ocupa una mínima parte de sus planes.

Él, busca cualquier excusa para hacer todo lo contrario, y niega su mirada a la que alguna vez no podía parar de ver, no entiende la desidia que le invade pero no puede evitar sentirla, le va creciendo la culpa ante la falta de reciprocidad, el cariño que no puede devolver, aceptar que el beso dejó de ser una moneda de cambio, con la que se conseguían treguas, felicitaciones, y se negociaban los quehaceres de la casa, para convertirse en una limosna, que solo se entrega cuando la situación es controlada por la lastima más que por el afecto.

Es aquí en donde los ríos de lava, que inicialmente eran abundantes, dejaron de existir, y el magma de dichas pasiones está ahora endurecido y gris, dejando como resultado, superficies planas, sin vida…sin nada.

El tiempo sigue inclemente, y la paciencia se va con cada segundo, ella ante tantas preguntas que se autofórmula, y ante la poca recepción de sus señales de auxilio y de sus constantes S.O.S, decide abandonar el naufragio en el que fue puesta, rodeada por el enorme mar de la indiferencia, y transformando toda su devoción en desespero, ocurre el sismo, el silencio se transmuta en reclamos, en la súplica de explicaciones, en lágrimas que acompañadas de incertidumbre, logran desquebrajar estas superficies planas y grises en donde una vez fluyó un río de deseos con tal fuerza y velocidad, que parecían que nunca iban a extinguirse. Pero el tiempo lo devora todo, hasta las promesas de “juntos para siempre” que retándolo ingenuamente, fueron dichas con el corazón.

Él, se tambalea, pues las grandes placas de abandono puestas una sobre otra, muchas veces siendo consiente, otras siendo un idiota. Comienzan a abrirse en dos, en tres y en mil. Atónito busca resguardo en recuerdos, en excusas y reproches anacrónicos que poco sirven para calmar la cólera de ella, pues como sabrán ninguna suplica salvo a Pompeya.

Y los dos planetas que colisionaron, y se entregaron el uno al otro, ahora de la forma más dolorosa y espasmódica, se van desligando, repeliendo, como quien tiene en su cuerpo a un agente externo del que lucha por deshacerse, pero no como el que está enfermo, y rodeado de los que lo quieren sana y continua, porque de la enfermedad del amor, se contagia siempre acompañado pero se sobrevive sin nadie al lado. Solo el tiempo que une y separa, se vuelve compañía y esperanza, para un día poder comprender que era necesario el sismo, para que siguieran buscándose y reencontrándose a sí mismos.